Fuertes tormentas están alcanzado a las familias…

Fuertes tormentas están alcanzado a las familias…

Por: Dr. Raúl Tarela

Los tiempos actuales son realmente tormentosos, mire por donde se los mire, oscuras y amenazantes nubes los envuelven. No hace falta detenerse mucho en los medios periodísticos escritos, como en los radiales y televisivos, para rápidamente caer en la cuenta de que los vientos huracanados de la soberbia y la incomprensión dominan el medio ambiente, tanto espiritual como emocional del mundo en general. Hoy suceden cosas que para aquellos que ya tenemos unos cuantos años vividos, nos parecen salidas de novelas o de cuentos de ciencia ficción. Sin embargo la triste y dolorosa verdad nos golpea despiadadamente, haciéndonos caer en la cuenta que la situación reinante es realmente preocupante y con una seria tendencia al agravamiento.

Quizás como nunca antes, podemos a esta época, y sin temor a equivocarnos, declararla como la de la era anti-familia. Los matrimonios se deshacen mucho más rápidamente, de lo que se pudieran haber demorado para construirlos, y todo esto en medio de una completa falta de respeto repleto de actos agraviantes. La palabra divorcio se ha hecho tan habitual, que cuando no se la escucha por unos momentos es como si se la estuviera extrañando. Por otro lado, los hijos llevando a la práctica una falsa independencia ideológica, viven enfrentados con sus mayores, en una guerra sin cuartel, donde cada uno busca producir el mayor deterioro posible sobres sus autoridades naturales, es decir sus padres y toda regla de sana convivencia, como una forma de proclamarse autosuficientes y soberanos.

Saliendo de la esfera hogareña, aun las escuelas y otras instituciones de formación académica, se ven asaltadas y desvalorizadas por actos violentos, en la mayoría de las oportunidades a partir del accionar del estudiantado, donde incluso las vidas humanas no tienen valor. Además nos enfrentamos cada día, a actitudes completamente deshonestas, plagadas de actos inmorales. Todo esto sin mencionar, que las enseñanzas que deben cumplir con la importante función de desarrollar y alimentar el intelecto del alumnado, no en pocos casos se desvía de los carriles deseados, para ofrecer por ejemplo, aprendizajes que no solo impulsan por un lado al egoísta individualismo, sino que también a aceptar con completa naturalidad, relaciones sexuales sin que se destaque la importancia de la existencia de una pareja formal y legalmente formada. Yendo más allá en este terreno, casi se da por buena, la convivencia en unión libre de dos seres del mismo sexo. Además como un fuerte condimento, se agrega el alejamiento de Dios de las aulas, mediante la prohibición de leer su palabra dentro de estos claustros, y negando por completo la imprescindible necesidad de hablar con él por medio de la oración.

Bueno, podríamos hacer mención a muchos otros condicionantes, al menos desde mi punto de vista, con connotaciones negativas, que encrespan las aguas de la vida diaria, por donde deben navegar las familias. Los hogares son como barcos a la derivada, en medio de las altas olas de la discordia y la incomprensión. Sus timoneles y capitanes, ya no son capaces de manejar con completa pericia a estas naves, siendo arrastradas en todo tiempo por vientos que las lanzan de un lugar a otro sin ningún control. Los puertos seguros, que antaño se encontraban en los senos familiares, se han perdido de vista por completo. Ya no se sabe a ciencia cierta, si los principales responsables de cada clan, no saben o directamente no les interesa, ejercer una sana manera de pilotaje. Es por estas cosas, y muchas otras que serían muy largo de enumerar, que he desarrollado este escrito titulándolo: Fuertes tormentas están alcanzado a las familias…

Sería muy sencillo culminar aquí con el artículo, pero como pastor, como consejero clínico familiar, e incluso como ser humano, siento que esto no sería justo, y mucho menos ético, dado que no estaría haciendo mención a la salida apropiada para el problema enunciado, mediante una recomendación o consejo, que decididamente apunte a una buena manera de desplazarse hacia horizontes más venturosos. Esto se resume en el hecho de dejar que sea el Señor Jesucristo, quien tome la capitanía del hogar, y también haciendo de forma especial, que el resto de los oficiales a cargo, léase padres o esposos, se sometan con gusto y voluntariamente, de una manera ordenada y disciplinada, a los requerimientos del hacedor de todas las cosas, incluida la familia, es decir nuestro amado Dios. De no ser así, definitivamente, muchos hogares van a seguir zozobrando y hundiéndose irremediablemente en medio de la tormenta. “Tiemblan y titubean como ebrios, y toda su ciencia es inútil. Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus afecciones. Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban” (Salmo 107: 27 – 30). Este hermoso pasaje bíblico habla por sí solo.

Soy consciente de que algunos de nuestros lectores no se sentirán cómodos con este escrito, pero definitivamente siento en lo profundo de mi corazón, que con la simple opción de ocultar la verdad de lo que nos rodea, no se logrará mejorar el panorama de los hogares de este tiempo

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