¿Es conveniente que mi pareja conozca todo mi pasado?

¿Es conveniente que mi pareja conozca todo mi pasado?

Por: Dr. Raúl Tarela/Profesional en Terapias de Familia Clínico/Pastoral. Sarasota, Fl.

 

Hace un tiempo atrás, a través de mi correo electrónico recibí una consulta, la que me resultó por demás interesante, y que más o menos decía lo siguiente: “Estimado Dr. Tarela, en estos momentos estoy enfrentando una disyuntiva en mi vida, motivo por el cual me he atrevido a realizarle esta consulta. Debo comenzar diciendo que soy una mujer española. A la edad de quince años quedé embarazada, luego de haber mantenido relaciones sexuales con un primo de mi misma edad. Como se podrá imaginar, esto revolucionó a la familia, esencialmente a mis padres y a mis tíos, los padres de mi primo. Para abreviar esta historia, le cuento que mis padres decidieron en primer lugar, enviarme a vivir a los Estados Unidos con otros tíos, y en segundo término, adoptar ellos al bebé que habría de nacer (fue una niña), la que creció creyendo que era mi “hermana”. Así pasaron los años y llegó el momento que me casé con un joven norteamericano, el cual es actualmente mi esposo. Tenemos de esta unión dos hermosos niños. Hace un par de semanas, recibí una llamada desde España, y con sorpresa escuché a mi “hermana”, que reclamaba urgentemente un encuentro conmigo, ya que alguien le había dicho, que en realidad yo era su verdadera madre. Intenté abrir un diálogo telefónico, pero ella sistemáticamente se negó a esa propuesta, insistiendo en que en pocos días más viajaría hacia los Estados Unidos para que pudiésemos conversar en forma personal, cara a cara. Tampoco quería hablar sobre esto con mis padres, sino solo conmigo. Decir que me llené de terror es poco, pues no me preocupaba tanto que ella supiera la verdad, como el hecho de que no sabía que habría de comentarle a mi esposo, quien desde siempre la conoció como mi hermana menor, incluso la vio en varias oportunidades en las que como familia viajamos a España. Por favor, ¿qué hago? ¿Qué camino debo tomar?”.

Debo comenzar diciendo, que mi recomendación en todos los casos sin excepción, cuando una pareja se va a casar, es que preferiblemente deben contarse mutuamente todo lo relacionado con el pasado de cada uno. No son pocas las veces, que uno de los dos me dice, que le ha mencionado a su compañero su historia completa, pero se ha quedado con algo guardado que prefiere no referir. Las preguntas, casi habitualmente en estas oportunidades son: “¿es eso correcto?”, “¿hice bien?”, y otras por el mismo estilo. Bueno, la respuesta primaria casi siempre es, que cada persona es dueña de sus propias decisiones y secretos, pero que no hay nada que le garantice que algún día toda la verdad no habrá de salir a la luz, y si eso “guardado” deja de estar escondido, casi con seguridad la otra persona puede pensar e incluso decir: “como me has ocultado esta situación, cuantas otras quizás tampoco me has dicho”.

En este punto quisiera, más que nada a manera informativa, recordar unas palabras del Señor Jesucristo, quien mediante su inmensa sabiduría dijo: “… porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto que no haya de saberse” (Mateo 10:26).

De alguna manera en este caso tan especial que me fue planteado, recomendé a esta mujer, que le dijera a su esposo toda la verdad, tratando de prepararlo previamente, para que pudiera absorber el impacto lo mejor posible. Además debía estar preparada, para el caso de que la primera reacción no fuera realmente la deseada. También insistí, en que esta resolución la debía tomar lo antes posible, y que era recomendable, pedir las disculpas correspondientes, ya que de una manera u otra, se faltó a la confianza total y completa, algo que debe existir entre un hombre y una mujer que dan forma y vida a un matrimonio.

Siempre, cuando debo conversar con parejas matrimoniales, ya sea en una consejería individual, o incluso en conferencias generales, hago una fuerte e insistente referencia, sobre la importancia de la “comunicación” en la pareja. De ser posible, y así hay que procurarlo, entre ambos no debe quedar nada que la otra parte no conozca. Una forma de proveer de vida sana al matrimonio, entre otras también trascendentes, es la buena y completa “comunicación”, lo que en definitiva resulta ser un factor preponderante. Habitualmente procuro hacer hincapié, en que si hay un ser con el que no se debe tener ninguna forma de reparo o vergüenza, pero si muchísimo respeto, es nuestra esposa o nuestro esposo. Él o ella, deben saber nuestros gustos, nuestros deseos, aquellas cosas que nos agradan y también aquellas que nos desagradan. Las situaciones de la vida diaria que nos han alegrado, o las que por el contrario nos produjeron dolor o tristeza. Las actitudes o acciones que nos hicieron sentir bien, al igual que aquellas otras que nos lastimaron. La mentira o el ocultamiento, no ayudan a ganar la confianza en el ser que se dice amar. Y si de amor se trata, el perfecto conocimiento mutuo, es un condimento esencialmente ideal, ya que lo ayudará a mantenerse vivo, latente y en un crecimiento positivo constante.

Pero en definitiva estimado lector, eres tú, y solamente tú, quien decide dar estos pasos por el sí o por el no.

Que Dios los guarde y los bendiga por siempre.

 

 

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